Proyecto de Pabellón con materiales reusados de otras construcciones (12 x 12 x 3.4m)

Basel, Suiza, 2021

 

El mundo se revela en el horizonte de los objetos descompuestos. Cuando todo se ha roto, cuando ya no podemos continuar como antes, hacer un final es hacer un comienzo.

 

 

Diseñaremos lo que casi siempre diseñan los arquitectos: un edificio de hormigón armado. Por ello, utilizaremos, como casi siempre, elementos de madera reutilizados para su encofrado.

 

 

Pero luego, como casi nunca, pararemos justo antes de verter el hormigón. Creemos que un pabellón inacabado que es el pabellón actual, podría ser un círculo roto que nos muestra lo que ya no será.

 

 

Para este edificio anterior al edificio, que está en la fina línea entre la existencia y la no existencia, debería bastar mostrar su ausencia. Sólo veremos su reverso, la forma que da forma a lo permanente, como una puesta en escena hiperrealista de detener un acontecimiento constructivo en su punto de máxima saturación.

 

 

Una Mise en Scène de detener lo ineludible.

 

Cuando la Arquitectura se enfrenta a la imposibilidad de realizar un cambio real en la Industria de la Construcción, lo único que queda por hacer es el teatro. No buscaremos soluciones espaciales para resolver problemas no espaciales.

 

Tampoco probaremos algo que en el Sur Global ya sabemos: se puede construir una hermosa arquitectura a partir de materiales reutilizados. Queremos un pabellón como epifanía, para que nos demos cuenta de que no podemos seguir construyendo sin consecuencias.

 

Para abrir una herida en su crisis, pues las palabras del año pasado pertenecen al lenguaje del año pasado. Crear narrativas más allá del establecimiento y contra él. Para hacer colapsar las expectativas y la realidad. La arquitectura como teatro contiene más preguntas que respuestas y crea más problemas de los que resuelve.

 

 

Cuando la construcción es un acto de destrucción, una verdad que se siente como una mentira puede ser la única manera de ser sinceros.

 

 

Realizado por Anadis Gonzalez y Fernando Martirena